martes, 15 de febrero de 2011

LA TARIFA PREFERENCIAL EN TRANSMILENIO: HACIA UN MANDATO POPULAR



martes 15 de febrero de 2011
Por: Hernando Alexis Casallas Torres
Oscar Uriel Meneses Velazco


Hace más de 10 años que se implementó en Bogotá el sistema de transporte masivo Transmilenio. Recuerdo que por aquel entonces este sistema se nos publicitó a los bogotanos como el “sistema de vida”; hoy muchos de nosotros, después de haber perdido cientos de horas en interminables colas, luego de haber sido manoseados repetidas veces  y de pagar uno de los pasajes de transporte urbano más caros de América Latina, sabemos  bien que este es  un  sistema poco amigable con la vida.  Y Muchos de nosotros podríamos pensar que a pesar de todo esto, el sistema ha funcionado y que efectivamente ha mejorado la calidad de vida de millones de bogotanos, al fin y al cabo,  es innegable que el sistema ha logrado disminuir los tiempos de recorrido en algunos trayectos de la ciudad, así como eliminar en algunas rutas la  tan conocida “guerra del centavo”; sin embargo, estos logros se ven ensombrecidos cuando los sopesamos a la luz de la inversión económica que nosotros como ciudadanos hemos hecho al sistema, a través del distrito, mediante el pago de impuestos, y  a diario con la compra de pasajes.

Los cuestionamientos a Trasmilenio no paran aquí, luego de diez años en funcionamiento, el sistema ha comenzado a colapsar en algunos puntos neurálgicos de la ciudad. Los tiempos de espera en algunas estaciones son de varios minutos, llegando en algunas situaciones a superar la hora. Al parecer la flota de buses articulados rojos no es suficiente para satisfacer la demanda en las horas pico. Durante el año pasado las protestas ciudadanas contra el mal servicio de la empresa fueron el pan de cada día. En lo corrido de este año ya se han presentado dos protestas contra el sistema por el mismo motivo.

A  esto se suma el hecho de que en varias zonas marginales de la ciudad el servicio de alimentadores no se presta de manera adecuada y eficiente. Muchos de los usuarios que habitan en estas zonas tienen que recorrer largos trayectos desde los paraderos  hasta sus hogares, viéndose expuestos a robos o atracos, cuando tienen que hacer estos recorridos a altas horas de la noche. Esto sin mencionar el grave deterioro que han sufrido las vías internas de los barrios por donde circulan los alimentadores; arreglos que tiene que asumir el Distrito y no la empresa Transmilenio.

Pero los cuestionamientos al Transmilenio van más allá de estas situaciones,  ya que el problema de fondo, por el que se explican la mayoría de problemas y deficiencias del sistema, se encuentra en el actual modelo de negocio con el que funciona el Sistema de transporte público de la ciudad, un sistema que se supone es público pero que en la actualidad es administrado por el sector privado; que además genera grandes ganancias que son indebidamente apropiadas por unos cuantos empresarios del transporte.

El modelo de negocio con el que ha funcionado Transmilenio es el siguiente: la infraestructura del sistema, es decir, vías y estaciones son construidas con recursos públicos, la administración, planificación y organización del sistema, la hace la empresa pública Transmilenio S.A. Los vehículos articulados y alimentadores, son de propiedad privada (8 familias tienen la propiedad de los vehículos). El recaudo de la tarifa, lo realiza la empresa privada Angelcom.

Ahora bien, si el distrito pone las vías, las estaciones e inclusive la seguridad en estas últimas, es de esperarse que su participación en las utilidades del sistema fueran proporcionales a su inversión e inclusive superiores, porque además éste mediante la creación de leyes favorece la posición oligopólica que ocupa la empresa Transmilenio en el mercado del servicio de transporte. Pero contrario, a la lógica económica,  el Distrito se queda con la tajada más pequeña de las utilidades; Del valor de un pasaje ($1.700), el 96,2% ($1.635,4) va a parar a los bolsillos del sector privado (Operadores buses articulados, alimentadores; los operadores de recaudo y la fiducia), mientras que el Distrito, que es el que construye las vías y estaciones del sistema, solo recibe el 3,8% ($64,6), para reinvertir en el Sistema, como quien dice lo ancho para los capitalistas, y la miseria para el pueblo.

Tal vez, para muchos de nosotros  $1.700 pesos no sea una gran suma. Sin embargo, al multiplicar este valor por un millón seiscientos mil (1.600.000)que son las personas que diariamente utilizan el sistema, esta cifra crece varios miles de millones de pesos. El Sistema Transmilenio recibe diariamente por concepto de pasajes dos mil setecientos veinte millones de pesos (2.720.000.000),  o sea, que al mes recibe la nada despreciable cifra de ochenta y un Mil seiscientos millones de pesos ($81.600.000.000). De los cuales el Distrito apenas recibe  el irrisorio 3,8%.

Frente a este abominable panorama de injusticia y vulneración  de derechos se hace necesario exigir no solo calidad en el servicio, sino también beneficios que impacten positivamente en la calidad de vida de la ciudadanía. La actual manera de distribución de las utilidades del sistema Trasmilenio va en detrimento del patrimonio público de la ciudad y de nuestros derechos como ciudadanos.  Es por esto que como estrategia de redistribución de la riqueza que genera el sistema proponemos la creación de una tarifa preferencial para los  estudiantes de colegios y universidades, personas en condición de discapacidad, madres cabeza de familia, mujeres embarazadas y adultos mayores.

Esta propuesta en concreto busca que el valor del pasaje para  estas poblaciones sea del 50% de la tarifa normal, siendo financiada tanto por el Distrito como por los propietarios de los vehículos articulados y alimentadores, participando en el financiamiento con el mismo porcentaje en el que se reparten las utilidades del sistema, o sea, que el Distrito subsidie el 3,8% y los empresarios del transporte el restante 96,2% del monto diferencial de la tarifa.

Esta propuesta pretende superar el tema de la tarifa, contemplando también otras exigencias frente al servicio, como las siguientes:

En torno a esta propuesta se han venido sumado varios sectores populares y organizaciones de diferente índole, con el objetivo de que esta  siga creciendo y se convierta en un mandato popular. En la actualidad, organizaciones como Entreredes, la Coalición de Movimientos sociales de Colombia -Comosoc- y el Centro de Documentación “Orlando Fals Borda” vienen participando de esta iniciativa, invitando a otras organizaciones sociales a que participen activamente en la construcción de este mandato popular.

Para mayor información visite nuestro sitio www.tarifapreferencial.blogspot.com

lunes, 14 de febrero de 2011


Escrito por Luís Alberto Castaño
El pasado 19 de diciembre, cerca a las 3 A.M., en la zona 11 de suba, Barrio San Cipriano de Bogotá, agentes de la policía del CAI de Mazuren, hicieron una demostración palpable de atropello y exceso de autoridad contra varios jóvenes que departían cerca de sus casas. Si no es por la intervención de un oficial encargado, el asunto hubiera sido de consecuencias fatales. Sin embargo, antes de retirarse los uniformados amenazaron, al mejor estilo impuesto por los paramilitares, a los jóvenes. La historia nos la cuenta Johan, uno de los agredidos.
Habían pasado pocos minutos de habernos despedido y nos habíamos dispersado en grupos para llegar a nuestras casas. Al frente de la nuestra encontramos a algunos amigos y familiares, con quienes nos reunimos. Justo en ese momento apareció una patrulla de la policía, compuesta por dos agentes, un sargento y un patrullero, quienes se bajaron con las armas en la mano, para un procedimiento policial normal de requisa e identificación (eran agentes asignados al CAI de Mazuren). Esto coincidió con la llegada de mi primo Juan, que se había devuelto corriendo, para solicitar ayuda, porque a dos cuadras de donde nos encontrábamos los estaban atracando.

Entonces solicitamos la ayuda a los policías que estaban allí presentes. Pero la respuesta de uno de los ellos fue pedirle los papeles a mi primo; estresado como iba, y sorprendido por la respuesta inesperada de la policía, mi primo Juan titubeó para mostrar sus papeles. La respuesta del policía no se hizo esperar: cogió a mi primo por el pelo y lo golpeó contra la reja de la casa. Dos amigos que observaban la situación quisieron intervenir para evitar desmanes, sin embargo, otro de los agentes intervino haciendo gala de un paralizador eléctrico con el que los agredió.

También la novia de Juan, al ver que aporreaban a su novio, quiso intervenir, pero el sargento la agredió, propinándole tres fuertes patadas en las piernas. Observar que le están pegando a una mujer, y sin justa causa, es una situación enervante, tanto que hace reaccionar a cualquiera. Casi que de manera instintiva, y pese a ello tratando de evitar que la situación pasara a mayores, otro primo y yo nos metimos al centro para evitar que el agente la siguiera lastimando; pero otro agente, con un arma en la mano, le asestó un fuerte golpe a mi primo con la cacha del revólver, rompiéndole la cabeza, y propinándole además un fuerte golpe también en la espalda.
Ya para este momento la situación pasó de claro a oscuro, porque uno de los agentes nos amenazaba de forma muy agresiva apuntándonos con su arma de dotación, y se le adivinaba su intención por disparar. Forcejeé con él, tratando de evitar que nos matara a alguno de nosotros; y como lo pensé, en un momento dado, el agente disparó tres veces su arma, que afortunadamente, como causa del forcejeo, no logró impactar plenamente y de lleno en la humanidad de ninguno; pero sí rozó a mi primo de refilón en su brazo derecho, y eso que el arma se cayó en el forcejeo, porque de lo contrario seguramente estuviésemos lamentando el asesinato de alguno de mis amigos o familiares.

Luego llegaron dos motocicletas de la policía y los agentes igualmente se bajaron en actitud agresiva, seguramente porque ya para ese entonces mi padre y el padre de mi primo también intercedieron para tratar de bajarle el tono a lo que estaba ocurriendo. Pero tampoco fue posible, y los agentes que llegaron la emprendieron contra mí, golpeándome con patadas, bolillos y las cachas de sus armas.

Y siguió llegando policía. Tres patrullas más. Y el agresor que había disparado trató de huir en la camioneta en la que habían llegado inicialmente, pero mi familia y vecinos se lo impidieron, colocándose frente a la camioneta y rodeándola también por la parte de atrás. Sin embargo, el agente pretendía arrollarlos. Gracias a Dios llegó el teniente encargado, Rosemberg Madrid Orozco, quien calmó la situación, llamándole la atención, preguntándole si se quería embalar por matar a alguno de nosotros.

La cosa parecía haberse calmado. Pero de salida, varios agentes nos lanzaron la amenaza de que vendrían de civil a tomar venganza.